GEOGRAFÍAS HUMANAS

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lunes, 19 de agosto de 2013

La vida de la fama

Hablar de muerte no es grato, supongo que muchos de los que habitualmente leeis (gracias) este blog, pondreis una mueca de desagrado cuando os pongáis a la tarea de leer este post. Hablar de muerte por más que en muchas religiones nos digan que es un periodo transitorio para llegar a otro estado de vida más elevada, eterna o gratificante, no deja de ser algo que nos crea pesadumbre porque por más fe que se tenga en la posibilidad de otra vida nadie ha venido de ese más allá para decirnos "oye, que allí se está estupendo, no temais". Enfrentarse a la posibilidad de dejar de existir, al dolor que nos produce que seres queridos dejen de estar con nosotros, el propio dolor y sufrimiento fisico y psiquico que nos conduce a la muerte, es dificil, muy dificil. De hecho no hay cultura ni civilización que no contemple la muerte con cierto desgarro mas alla de los paliativos de la promesa de otra vida, de reencarnación o lo que sea, y mira que entre la promesa de salvación se ha escenificado de diversas y aviesas maneras a lo largo de la historia: la salvación con la guerra santa, el componente patriótico de los aviadores kamikazes...muchos ejemplos de como intentar un bien superior sacrificando la vida.

La muerte propia nos preocupa, y valga esta simpleza, porque estamos vivios. Epicuro y Antonio Machado nos recuerdan que "la muerte es una quimera, porque no existe mientras estoy vivo, y cuando existe la muerte el que no existe soy yo". Asi es que si nos atenemos a esto la muerte propia no es un problema, el problema es el transito a la misma: la enfermedad, el dolor, el sufimiento...despojado de todo esto, la muerte como tal, no es nada.

He leído en estos días de verano que unos científicos dicen que han logrado descubrir que hay experiencias vividas después de la muerte. Lo cierto es que el artículo no explicaba claramente que querían decir con eso y todo lo más que comentaba era esa cosa tan manida del tunel y la luz al fondo, en cualquier caso yo no tengo ninguna prisa en ver esa luz (con lo cara que está), y si bien cualquiera de nosotros se agarraría a un clavo ardiendo de esa futura vida yo me quedo con la vida que queda después de la muerte que nos anuncia Jorge Manrique en las "Coplas a la muerte de su padre", la vida de la fama.

Que aunque la vida perdió
harto consuelo nos dejo
su memoria

Cada vez que muere alguien de nuestro entorno personal, el mundo cambia, nada es igual. Cambiamos nosotros, cambian los que nos rodean y solo la capacidad adaptativa de las personas nos permite configurar una nueva realidad en la que ese ser querido ya no cumple más función que la vida de su memoria. La humanidad sigue avanzando, los más pesimistas dirán (y yo conozco a alguno) que avanza a ninguna parte porque nadie en el último suspiro se beneficiará de tantos siglos de avance. Morimos y ya está. Los más optimistas o positivos dirán (y yo conozco a alguno) que la vida es tan maravillosa que hay que procurar vivirla con intensidad para rodear e ignorar los momentos malos los cuales se dan precisamente porque estamos vivos.

Hace cuatro años que moría alguien de ese entorno personal que antes decía, y todo cambió, y cambió porque el mundo de los que tuvimos la suerte de conocerlo se volvió más oscuro, menos alegre y porque realmente era alguien que sin proponerselo tenía imán para lo que comunmente llamamos "buen rollo". Era superlativo y aunque nunca se lo dije en vida admiré siempre su capacidad de generar alegría y empatía. Nada es igual pero queda la vida de su fama.

Hace tiempo escribí osadamente una especie de Haiku que decía:

Ennoblecido,
carente de maldad.
Querido hermano

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