GEOGRAFÍAS HUMANAS

SOCIEDAD, POLÍTICA, COMUNICACIÓN...

martes, 12 de febrero de 2013

Elogio a la esperanza. Saber esperar



Es necesario esperar, aunque la esperanza
haya de verse siempre frustrada,
 pues la esperanza misma constituye una dicha,
 y sus fracasos, por frecuentes que sean, 
son menos horribles que su extinción.


Samuel Johnson


El ser humano tiene una gran capacidad para sobreponerse a las desgracias. Nuestro cerebro, adaptativo e inteligente, procura siempre reestablecer el equilibrio y lucha denodadamente contra la adversidad. La vida depara por definición sorpresas día a día. Depara sensaciones agradables que tratamos de mantener en el tiempo y sinsabores que intentamos superar. No hay libro de instrucciones, por más que se escriban libros de autoayuda, que se investigue la mente, por más que escribamos artículos para demostrar como conseguir el estado de flujo, la realidad es que el enfrentarse a los problemas es una situación donde el individuo se ve solo con su mente y su cuerpo sin más ayuda que su capacidad de resistencia puesta a prueba, eres, al final, Gary Cooper en “Solo ante el peligro” únicamente animado por la simpar Grace Kelly.

La personalidad de cada uno, su perfil, su carácter y su experiencia es lo que va a determinar como se afronta la adversidad y casi siempre por ese instinto de supervivencia innato en la especie humana tendemos a ilusionarnos con un final feliz que acabe con nuestros problemas y tormentos. Aquí quiero rescatar una cita de Santiago Álvarez de Mon de su libro “Desde la Adversidad” y que ya incluí en el post del 20 de septiembre “Luchar por lo que se quiere”: “La adversidad atraviesa eléctricamente tejidos, pensamientos y emociones, provocando una nueva jerarquía de sueños y aspiraciones. Enfrentada con lucidez y determinación, se puede alumbrar una feliz paradoja: la inicial oscuridad y espesura puede trocarse en luz y claridad sabias. En sus involuntarios remangos se puede arribar a la abundancia y plenitud moral”. Enfrentarse con lucidez, esa es una de las claves. Efectivamente los problemas, porque nos agobian y son fuente de infelicidad, nos taladran el cerebro y no nos permiten rebuscar entre nuestras emociones aquellas alternativas que nos admitan encontrarnos con el sosiego necesario. Pero hete aquí que el ser humano sin necesidad de intelectualizar demasiado sus sentimientos, su realidad, es capaz de tener ese momento, esa mágica ocasión, algo así como en la mítica serie de dibujos animados le ocurría a Vickie el Vikingo, hay un ¡eureka!, una bombillita que se enciende y nos ayuda a reconocer errores y a reparar daños pero sobretodo nos vincula a adaptarnos a la situación en la que nos encontramos con el ánimo alto y las esperanzas renovadas. No es infalible. Es como cuando un equipo de tercera se enfrenta al todopoderoso FC Barcelona y en las declaraciones anteriores al partido los integrantes del equipo humilde siendo conscientes de sus casi nulas posibilidades, todos sin excepción albergan en lo más profundo de su ser la ilusa esperanza de hacer un gran encuentro y ¡hasta ganar! Pues bien solamente ese estado de ilusión, aunque pueda ser más bien de ingenuidad, consigue remontar la adversidad y tendrá desde luego más posibilidades de lograr sus objetivos (Shirley Mac Laine en su momento a lo Vickie el Vikingo, se da cuenta de que puede querer a Jack Lemmon en “El apartamento” y sale corriendo disparada a por él cuando solo cinco minutos antes no lo contemplaba en sus cuitas internas y la infelicidad y las dudas parecía que se le volvían crónicas. De un plumazo esas dudas y esa postración se fueron y  salió corriendo por la pantalla al encuentro del antihéroe Lemmon).

Los estados de ansiedad, o los que se llaman de pánico, necesitan también de esa bombilla que los ahuyenten. Ese momento en el que somos capaces de solucionar con una cabriola nuestros problemas (hay especialistas en solucionar problemas añadiendo unos pocos más). La ansiedad es un estado en el que todo el cuerpo reacciona violentamente en una fuerte liberación de energías, aprovechar esas energías, esos momentos de displacer para abordar seriamente las situaciones complicadas, es deseable y posible. A pesar de lo que pensamos, sobretodo cuando las cosas nos van mal, no tenemos una disposición a pensar en negativo, no es verdad que los comunes de los mortales apliquemos la Ley de Murphy para nuestra vida, más al contrario, insisto en que poseemos un cierto determinismo positivo que nos hace trabajar intensamente en la resolución de los conflictos de manera positiva, con altas expectativas “Lo que está destinado a suceder, siempre encontrará una forma única, mágica y maravillosa de manifestarse”. Eso es determinismo positivo, o esa creencia construida aunque sea artificialmente y a lo mejor alejada de la realidad, la que nos impulsa a actuar y a siempre esperar como me decían a mi “lo mejor está por llegar” (la realidad nos dice que si bien lo mejor está por llegar también es probable que mientras eso es así también lo peor esté a la vuelta de la esquina. Es un proceso en el que nada te advierte de lo malo). Ese determinismo positivo es como una consecuencia del conocimiento que tenemos de la rutina de la propia existencia: Todos sabemos que todos los días sale el sol, que después de la lluvia siempre escampa…Como decía GribanEn el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente”. La inutilidad de la resignación es algo aceptado por nuestros corazones, solo hay que encender el interruptor adecuado que encienda la bombilla adecuada. Después de una experiencia traumática, una profunda decepción, nuestro cerebro, nosotros, todos, adoptamos una posición que oscila entre la desconfianza, la negación de la posible superación del sucedido, incluso nos comportamos como nunca lo hubieramos hecho pensando que el problema se soluciona haciendo lo contrario de lo que haciamos, una especie de venganza. Parece como si no quisieramos aceptar que esa experiencia desgraciada es territorio del pasado y que sin solución temporal llega un nuevo tren que pasa a tu lado y que aunque no sea un último modelo y el vagón no sea de primera clase, es posiblemente el que te transportará a ese estado de flujo que tanto tiene que ver con la felicidad (léase un post anterior con ese título: Felicidad). Lo importante es coger el billete y saber, intuir, que ese desvencijado tren es el que tienes que coger.

Nuestra historia, la historia de las personas es un corolario de frustraciones, deseos incumplidos, momentos de felicidad...hay de todo. Es nuestra historia, y es verdad que cuando en la vida se comienza a tener mas historia vivida que por vivir, cuando hay más pasado que futuro, cuando hay mas por el retrovisor, tendemos a situarnos en esa resignación y contra eso hay que luchar. Reconciliarnos con nosotros mismos, construir nuestro futuro sobre lo conocido y vivido aunque sea duro o creamos recordarlo como un pasado duro. En cualquier caso se dice que tambien "la rosa crece entre el estiercol". Cerrar algunas historias y otras dejarlas en puntos suspensivos porque "hay historias que por más que quieras ponerles punto final, al final solo aciertas a ponerles puntos suspensivos". No dejar que algo que pueda suceder no suceda por querer cerrar. Buscar la felicidad como decía Beckett es también "fracasar, y así encontrar al final el triunfo". Buscar segundas oportunidades no es fracasar dos veces, es fundamentalmente tener confianza en uno mismo, tener esperanza y eso siempre es una antesala para conseguir un objetivo. Saber esperar. Tener la paciencia suficiente, la autoconfianza suficiente para saber que llegará tu momento como lo esperó en "alguien voló sobre el nido del cuco" el indio que aguantó en el manicomio hasta que le dieron la confianza suficiente para coger fuerza y salir, salir de la desesperanza, de la resignación, del tedio.

Estamos por tanto programados para ser felices por eso lo intentamos a veces desesperadamente cuando esa sensación desaparece. La cuestión es si sabemos descifrar, identificar que es lo que nos hace llegar a ese estado de placer para cuando lo tengamos delante sepamos a que atenernos. La adversidad no nos puede porque como dicen, "lo mejor está por llegar" (incluso esa frase no está exenta de un proceso y que éste puede ser dificultoso, lleno de contratiempos, pero si, es una buena frase).Y hay que saber esperar para que llegue. Aprender a ser "slowly", lento, pausado, para que el proceso sea más natural, pero siempre sin perder ni la sonrisa ("sonría por favor"), no perder la esperanza y tener el convencimiento que siempre es posible salir de los conflictos que la vida pone por delante y hacerlo con determinación. Por eso este elogio a la esperanza. Comuniquemos esperanza y obtendremos más esperanza.

No hay comentarios: